Jesús dijo a Nicodemo: «No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu». Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?». Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna».
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Dame, Señor, valentía para exponerme,
flexibilidad para tambalearme y fortaleza para no caer.
Dame, Señor, un corazón que se estire, una piel sensible
y unos ojos despiertos para no ser sordo a tu paso silencioso.
Dame, Señor, sorpresas, muchas sorpresas,
para que nunca me apoltrone en el cómodo sillón
de mis inocuas seguridades.
Y si algún día pienso que lo sé todo
o creo hacer pie por los mares de mi alma,
ponme de nuevo ante el abismo del no saber
para que así recuerde, un día más,
que eres el Dios de las sorpresas insondables.
(Óscar Cala sj)